Una frutería.

Una frutería. Europa Press

Economía

Cebollas y pimientos contra la ley de oferta y demanda: su abundancia multiplica su precio desde el campo al súper

Del origen a los líneales pueden multiplicarse por seis los precios de frutas y hortalizas, sobre todo cuando aumenta su producción.

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En enero, el kilo de cebollas se vendía en origen, o sea, en el campo, a 0,23 euros; al llegar al supermercado, ese mismo kilo costaba de media 1,6 euros. Es decir, su precio se había multiplicado casi siete veces hasta llegar al consumidor, sin que esa brusca evolución pueda explicarse por una mayor demanda en un momento de escasez. De hecho, este es uno de los cultivos que mejor momento atraviesa.

Superados los baches de la sequía, la realidad es que la producción total de cebolla esta temporada será casi un 17% superior a la anterior, según las últimas estimaciones del Ministerio de Agricultura. Y no es un caso único.

La llamativa evolución de precio de la cebolla es apenas un ejemplo más dentro del grupo de frutas y hortalizas que, sin estar espoleados por una mayor demanda, sino por el contrario contar con mayor oferta, más diferencia de precio registran hasta llegar al consumidor. 

Así, y aunque esta campaña hay también más manzana, su precio se multiplica por cuatro del campo a los lineales; lo mismo sucede con el melón, cuyo valor se multiplicó por seis en octubre, ya pasada su época de alta demanda, el verano, y pese a haber aumentado su producción un 12,5%. 

¿Por qué sucede esto? COAG, que lleva 17 años recopilando y analizando esta transición a través de su mensual Índice de Precios en Origen y Destino de los alimentos (IPOD), descarta que haya aumentos de precio en el supermercado; la clave está en el origen.

Bajada solo en el campo

"Hemos observado que hay un momento en que en origen bajan los precios porque hay mucho producto. Sin embargo, en el supermercado prácticamente no se mueve el precio, y la diferencia entre ambos es lo que da lugar a que ese cambio sea tan elevado", comenta a EL ESPAÑOL-Invertia Andrés Góngora, responsable de frutas y hortalizas de COAG.

"Si no varías el precio al consumidor, pero bajas en origen, la multiplicación hasta llegar al súper aumenta", razona. Esto ha dado lugar a auténticas "explosiones" en el IPOD que han causado alarma en los productores en determinados momentos y que el consumidor, al no notar grandes fluctuaciones, no ve.

Una mujer compra uvas.

Una mujer compra uvas. Europa Press

Por ejemplo, en marzo de 2024, el limón costaba en supermercado un 1.354% más de lo que costaba en origen, un valor que Góngora recuerda haber visto también en la en un año bueno en producción.

Desde COAG sostienen que una de las explicaciones a que no haya bajadas en el supermercado que se equiparen a las reducciones en origen es el tiempo que ello requieriría.

Porque el ajuste beneficiaría en realidad a todos: "está claro que cuando el súper baja el precio el consumo se estimula", apunta góngora. Los agricultores darían salida a más producción y los lineales venderían más. 

¿Entonces? "Las cadenas de supermercados dicen que las promociones las tienen que poner de forma anticipada", sostiene Góngora. Preparar las promociones y los folletos que las anuncian a los consumidores requieren algunas semanas; en ese tiempo las cosas han podido volver a cambiar en origen si una dana, una helada o cualquier otro imprevisto ha modificado el escenario.

Productos perecederos

El resultado de todo esto es que el cultivo de frutas y hortalizas se vuelve en muchas ocasiones una ruleta rusa para los productores. "Da mucho coraje porque a veces casi estás tirando el producto por el precio al que lo vendes y al mismo tiempo tienes a consumidores que no pueden comprarlo porque no le alcanza su poder adquisitivo", expone.

Este grupo de alimentos es el más afectado de este diferencial de precios, y lo son por ser los más perecederos. O se vende y se consume pronto, o se pierde; las promociones ad hoc son no suelen llegar a tiempo. 

Aunque entendiendo eso, les escama tanta diferencia de precio. "No lo entendemos porque son productos de casi nula intervención de la cadena. No requieren un precocinado o una molienda, apenas lavarlos", señala.

Curiosamente, los que sí requieren un trabajo mayor hasta llegar al consumidor, en tratamiento y envasado, como aceites, carnes o leche cuentan con saltos más estables. Normalmente, apenas duplican o triplican su precio desde el campo al lineal.